El pasado 21 de septiembre, mientras realizábamos la tercera etapa del Anillo Extrem de Picos de Europa, nos encaminábamos por la mañana hacia el refugio Jou de los Cabrones siguiendo una parte de la ruta del Cares. A la altura de la Riega de las Párvulas oímos unos gritos e inmediatamente vimos de donde provenían, una persona agitaba sus brazos pidiendo ayuda o eso parecía. Uno de nosotros subió hasta donde se encontraba, a unos 15-20 minutos de la ruta del Cares, comprobando así el estado de esta persona. Se trataba de un chico de 21 años, procedente de Estonia, que había sufrido una caída en la que se fracturó la pierna y llevaba dos noches a la intemperie, arrastrándose entre piedras ladera abajo para tratar de pedir auxilio.
Gaspar, que así se llama el accidentado, daba las gracias y pedía que no llamáramos al helicóptero porque carecía de seguro. Le tranquilicé y le dije que “no llamaríamos al helicóptero”, que llamaríamos a unos amigos para que vinieran a ayudarnos. El día estaba lluvioso, y él, por supuesto, se encontraba empapado. Le puse una chaqueta de agua y descendí hasta la ruta del Cares donde se encontraban el resto de compañeros para organizar el rescate. Allí había otros dos chicos, no de nuestro grupo, que se dirigían a Caín y les pedimos que avisaran al 112 e informaran cuanto antes de la situación; el resto del grupo, nos dividimos las tareas. Dos de nosotros, Mario y yo, subimos al lugar del accidentado y el resto se quedó en la ruta del Cares, bajo uno de los túneles para evitar la lluvia y estar disponibles para cualquier ayuda que fuera necesaria.
De nuevo con Gaspar, procedimos a abrigarle y protegerle de la lluvia con dos mantas térmicas y un paraguas. Le llenamos de agua su maltrecha y vacía cantimplora, el cual se hidrató como una buena esponja que necesita su elemento líquido para vivir. Es curioso que en cuanto se vio protegido comenzó a temblar, ¿quizás su cuerpo había rebajado el nivel de alerta? A continuación le dimos de comer un par de pequeños bocadillos, unos frutos secos y sales minerales. Ahora tocaba esperar a los equipos de rescate.
Desde aproximadamente las 10:00 que le encontramos hasta las 15:00 no cesó de llover. Mario y yo nos protegimos debajo de un tilo y debajo de una piedra respectivamente, pero aun así la mojadura que teníamos encima era notable. Pasábamos el tiempo charlando entre nosotros y con Gaspar, que se encontraba tranquilo e incluso llegó a decirnos en español que nos invitaría en el pueblo de Caín a una cerveza. Conociendo su situación, nos sorprendía cada vez más su entereza. Se había entablillado con dos palos y dos calcetines su pierna dañada, había dejado su mochila en el lugar de la caída y se había arrastrado durante dos días y dos noches por una escabrosa canal de Picos de Europa. ¿Cuánto se arrastró? Eso quizás lo sepa el GREIM, que al día siguiente iba a buscar su mochila. Carecía de guantes y se puso unos calcetines para protegerse, aún así, cuando le quitamos los “calcetín-guantes” nos encontramos sus manos frías, llenas de llagas de arrastrarse en busca de ayuda y sumamente arrugadas por la humedad de dos días de lluvia. Le frotamos las manos para que entraran en calor y así ponerle unos guantes pero sus manos eran demasiado grandes para nuestros guantes. De nuevo tuvo que lucir unos “calcetín-guantes”, pero esta vez secos y limpios de los que llevábamos en nuestra mochila.
Pasan las horas y nuestra mirada sigue fija sobre el pequeño tramo que vemos de la ruta del Cares. Sobre las 15:45 llegan los equipos de rescate y, con su buen hacer, todo se soluciona como bien muestra en su vídeo Anselmo – Avigamo.
Pasadas las 18:30 llegamos a Caín, nos alojamos en el Albergue Diablo de la Peña, alojamiento excelente donde nos encontramos como en casa y avisamos, un poco tarde, porque antes no habíamos podido, al refugio Jou de los Cabrones que no llegaríamos ese día a cenar.
Al día siguiente continuamos con nuestro periplo del Anillo de Picos de Europa, pero eso ya es otra historia.
