De Polonia a Picos de Europa

Trekking Picos de Europa

Día 1

En los días que vienen no voy a necesitar ni la guía excursionista, ni el mapa. Me las arreglaré sin sandalias y sin una novela para las tardes en los refugios. Todo es peso y cuánto más ligera la mochila, más fácil resulta ajustarse al ritmo de grupo. Sobre todo, si el grupo consta de cuatro hombres, ¡a primera vista deportistas! ¿Cómo mantener el paso con ellos? Por suerte, el guía vela porque nadie se adelante y no todos los participantes andan más rápido que yo.

Amanecer en Vega de Urriellu, Picos de Europa

Las cumbres del macizo Central, con el famoso Picu Urriellu, forman una belleza absoluta. Desde luego atraen a multitud de turistas y escaladores. El refugio Vega de Urriellu está hasta los topes, lo que visiblemente sobrepasa al personal. ¿O simplemente piensan que no importa cómo te tratan, la gente viene de todas formas? ¡Qué lástima!

La tarde no obstante deleita con la luz rosada que se acuesta en las nubes que flotan sobre el mar Cantábrico y por la noche el cielo se llena de estrellas. Una maravilla.

Día 2

Los senderos que atraviesan el corazón del macizo Central son todo un reto. Sí hay hitos, marcas de pintura roja o amarilla, pero – ¡ojo! – tienes que ir muy concentrado y algunos tramos ni siquiera existen en el mapa. Seguir a nuestro guía es un lujo.

Huelga decir que el terreno es exigente: trepadas por laderas empinadas donde no todas piedras te dan un apoyo firme, ejercicios de equilibrio sobre costillas cortantes de roca caliza con, por ambos lados, agujeros de dos, tres metros de profundidad, bajadas casi esquiando en la piedra suelta.

Cumbre de la Torre de Horcados Rojos

Me impresiona cómo se mueven los guías de montaña. Donde nosotros, jadeando, buscamos uno a uno el apoyo para la mano o el pie, ellos siguen subiendo, casi sin – a mi parecer – tocar el suelo. Saben exactamente donde echarte una mano y en los lugares más expuestos logran ponerse entre ti y el vacío para quitarte el vértigo,

Tenemos suerte con el tiempo, las vistas desde la cumbre de la Torre de los Horcados Rojos alcanzan el mar y toda la cordillera Cantábrica.

No nos topamos con mucha gente. Sin embargo, el refugio de Collado Jermoso está lleno. Pero aquí la atención es muy amable. Cenamos temprano para que nos dé tiempo para subir al collado y disfrutar de la puesta del sol de colores absolutamente feéricos.

Atardecer desde Collado Jermoso

Día 3

Caminata con el grupo y pernoctas en los alborotados refugios forman una experiencia particular. Todo el día estáis juntos, coméis juntos, os laváis en el mismo baño (si lo hay) y os acostáis uno junto al otro en colchones a veces bastante estrechos. Siempre me sorprende cómo, a pesar de todo, se puede mantener un espacio personal, el mínimo necesario de privacidad.  

Uno de los participantes hoy cumple años. De regalo recibe la subida a la Torre de la Palanca (¡las vistas!), el tiempo de ensueño y nuestra, cada día más alegre, compañía. Vamos a aumentar la altura de un hito. Cada uno añade una piedrecita, si la tuya cae, esta tarde pagas las cervezas. La tensión alcanza niveles inmensurables, todas las piedrecitas se quedan como pegadas, nos morimos de risa.

Aumentando la altura de un hito

En el refugio sí hay cerveza, y hay queso de Cabrales con carne de membrillo, que en la montaña sabe todavía más intenso.

Día 4

Bajamos unos 1900 metros hasta Poncebos por un sendero señalizado como un PR. Aquí hay de todo: una pequeña trepadita, dos tramos con una cuerda, majadas verdes y praderas. En Poncebos nos refrescamos en el agua cristalina del río Cares: una sesión de crioterapia muy bienvenida para las articulaciones. Comemos juntos y viene la hora de la despedida. Siempre es un poco difícil, triste. Pero incluso si no nos vemos nunca más, nos llevamos una pequeña piedrecita de recuerdo, de experiencia vívida, bien fijada como aquellas con las que hemos ampliado el hito.

Jugando con nuestras sombras

Autor: Agnieszka

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